Vine a Nepal por primera vez para ir al campamento base del Everest. Quería visitar un lugar del que había oído hablar de niña y que conocía de los libros. No sabía mucho más sobre Nepal y me inscribí para un voluntariado después de terminar la caminata. Me asignaron una casa con una familia nepalí.
Este hogar anfitrión (o ‘homestay’, en inglés) cambió el curso de mi vida. Acá te dejo algunos consejos para aprovechar al máximo un homestay en Nepal. Nunca se sabe, tal vez te cambiará la vida también.
SER ABIERTO
Con esta familia aprendí algunos de los sutiles matices de la cultura nepalí. Aunque mi Amma nepalí, como la llamaba, hablaba poco inglés, nos comunicamos a través de la comida, los gestos y las miradas significativas. Lentamente, cuando empecé a sentirme cómoda en mi nuevo hogar, las palabras nepalesas empezaron a reemplazar a mi inglés. Mi celular sonaba cada noche al anochecer: “¿Bhat nakhanne?» preguntaría Amma. “¿No regresas a casa para cenar?”
A veces nos reuníamos alrededor de una pequeña mesa de madera. En otras ocasiones nos amontonábamos en la sala y comíamos en el piso. Las comidas siempre se preparaban a mano, con el silbido de la olla a presión contando los minutos hasta que se sirviera el dal bhat. Mi hermana nepalí bromeaba que el nivel de picante del curry esa noche nos permitía calcular el estado de ánimo de Amma.

Rural life in Patlekhet. Photo: Elen Turner
SER FLEXIBLE
En las mañanas, se servía té con azúcar—muchísimo—junto con galletas o hotcakes caseros con miel cerosa del pueblo. Muy a menudo, varias generaciones se apiñaban en nuestra sala, y en noches cuando el número de invitados superaba a la cantidad de camas, dormíamos uno al lado del otro en el tapete desteñido.
No estaba acostumbrada para nada a las comodidades de la casa. Aprendí a aguantar las duchas heladas y a lavar mi ropa en una cubeta de plástico dentro del baño. Me tomó un tiempo acostumbrarme a ir al baño en cuclillas. La luz se prendía y apagaba en las noches y, cuando la electricidad finalmente se cortaba, encendíamos velas.
SER PACIENTE
En nuestra colonia muy unida, los ojos parecían seguirme a todas partes. Las personas siempre me miraban, ‘La Extranjera’, y hacían una serie de preguntas en un orden predecible: ¿Qué país? ¿Voluntaria? ¿Por cuánto tiempo? ¿Casada? ¿Por qué no? A veces solo quería pasar desapercebida, para no ser vista como la extranjera blanca, pero lentamente llegué a aceptar que hay algunas diferencias que siempre van a estar. Incluso días frustrantes añadidos a mi experiencia.
Cuando el esposo de Amma estaba trabajando lejos del hogar, ella disfrutaba de su té con las gallinas. Cuando sonaba su celular, entraba rápidamente para contestarlo, dejándolo allí después de la llamada para continuar con su día. A veces le veía a Amma hacer una pausa antes de regañar a su hijo por pedir más carne. Otras veces respondía pensativamente cuando le preguntaba sobre algunas de las injusticias que había visto ese día. Sentada alrededor de la mesa noche tras noche comiendo arroz, vi de primera mano que no todas las familias son perfectas y me inspiró a ser un poco más bueno con la mía.
Quiet streets of Patlekhet. Photo: Elen Turner
SER CURIOSO
Vivir con una familia nepalí también me mostró que muchas decisiones son universales: si pedir préstamos para pagar deudas o pagar la escuela, qué trabajo tomar, a quién amar. Vi a los jóvenes adultos entender por completo la carga que recae sobre los hombros de sus padres y aceptar que un día, será su turno para cuidar a sus propios padres.
La mayoría de las mañanas Amma se despertaba antes que los demás, barriendo el porche o pelando papas en un tazón de metal. A pesar de las dificultades financieras, las huelgas o la escasez de gasolina, Amma parecía tomarse cada día con calma. Algunos días estaba a toda prisa, moviéndose desde la azotea hasta el jardín, colgando ropa para secar o removiendo la tierra del huerto en el jardín trasero. Otros días le encontraba agotada, esperando a que volviera la electricidad para poder prender la bomba de agua.
Sin embargo, sin importar lo que sucedió, siempre compartíamos arroz en la noche.
SER AGRADECIDO
Mi hogar anfitrión no era simplemente un lugar para dormir. Con el tiempo, la casa se convirtió en mi hogar, la familia en mi familia. El tranquilo compromiso diario de Amma fue un simple recordatorio para mí de hacer siempre lo mejor y ayudar a quienes me rodean.
Si no hubiera vivido con esta familia, nunca habría llegado a entender algunas de los temas complejos que están entrelazados en toda la sociedad nepalí: castas, matrimonios, familias, amigos, lealtades, incluso partidos políticos. Me di cuenta de que muchas situaciones están más allá de nuestro control, y la vida no suele ser justa.
Durante las temporadas de festivales, mi hermana nepalí y yo nos abrigábamos con cobijas y veíamos a los niños de la colonia bailar y dibujar diseños con arena colorida. Mi celular sonaría y volveríamos a casa juntas. Amma siempre nos estaba esperando con una taza de té.
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